Indicó que le había pedido a Dios que cuando llegara el momento de ir al cielo, le permitiera llevar su silla de ruedas. Una vez allá, la rodaría hasta colocarla al lado de Jesucristo y, con gran gratitud, le daría gracias por esa silla en la que pasó tantos años de miseria.
Luego, dirigiéndose al público, señaló que si no hubiese sido por esa silla que, al parecer, llegó a moldearse a su frágil e inmóvil cuerpo, jamás habría llegado a amar a Cristo con todo su corazón. Sin ella jamás habría buscado sus caminos. Ni hubiera llegado a aprender, ni mucho menos estudiar, su gloriosa palabra. Sin esa silla jamás habría intentado servirle, a pesar de su condición física. Aquella silla le hizo entender y apreciar la gran agonía y el dolor que el mismo Señor Jesucristo sufrió para perdonar los pecados del mundo. Ese objeto le permitió participar de sus sufrimientos, dándole deseos de ser como El.
Joni concluyó el relato anticipando que cuando reciba ese cuerpo nuevo, glorificado, parecido al de Jesús, le dirá al Señor que, por favor, le de una tremenda patada a la famosa silla para enviarla al mismo infierno.
¿Por qué vienen los problemas y el dolor? La Biblia da respuestas importantes a esta interrogante. Antes de analizar esas afirmaciones, sin embargo, conviene responder a varias presunciones sobre el tema.
Juan Calvino afirmó que podía descansar tranquilamente porque sabía que >>la mano de Dios estaba sobre el timón del mundo>>. El caso es que nosotros hoy, viviendo entre la violencia, el caos, el desorden y la maldad, creemos tener argumentos para dudar de ese concepto calvinista. Si es en verdad Dios el que controla todo, necesitamos algunas evidencias para poder aceptar esa doctrina de la providencia divina, dado que hay tanta maldad y perversidad en nuestro mundo. Por tanto, ¿Cómo es posible que Dios esté en control de todo? ¿No será más bien que Satanás, con sus huestes de iniquidad, ha deslizado toda esa terrible avalancha del mal que sufrimos?
No queremos minimizar las objeciones a la soberanía de Dios. Por ejemplo, varios creyentes en Miami, en Agosto de 1992, sufrimos la perdida de nuestros hogares, victimas del huracán Andrés. Aquello parecía una escena en la que soltaban a uno de los cuatro jinetes apocalípticos sobre nuestra tierra. Muchos cuestionamientos surgieron en la mente de los incrédulos y aún en los creyentes. Por otra parte, ¿Cómo entender la ola de sufrimientos arrastrada tras el huracán Mitch en honduras, Nicaragua y Chiapas, en 1998? ¿Cómo explicar el terrible terremoto en Colombia en enero del 1999, que enterró a miles de personas entre sus propios despojos y dejó a la ciudad de Armenia en ruinas? ¿Como interpretar el diluvio devastador que descendió sin aviso sobre el venezolano estado Vargas la noche del 15 de diciembre de 1999? ¿Estuvo Dios detrás de todo ello?
Hay otros tipos de mal no obstante. En la ciudad de México un pastor amigo abordó un taxi para ir al aeropuerto. En el camino, el taxista detuvo el auto en un lugar solitario mientras varios hombres armados asaltaban al pastor. Lo golpearon, le robaron cuanto tenía y lo abandonaron en un suburbio de esa enorme ciudad. ¿Cómo puede tal suceso ser la voluntad de Dios?
Un día por otro lado, una fiel cristiana hacia su trabajo rutinario en, la casa cuando alguien tocó la puerta. Sin ningún recelo ni sospecha, la abrió con confianza. Un hombre con la cara cubierta por una máscara, se abalanzó sobre ella, la ato, tomó los objetos de valor y entonces abusó sexualmente de ella. Si hay un Dios que controla este mundo, ¿Cómo puede permitir esas cosas?
En todos estos casos ¿Dónde estaba el ángel del Señor que acampa alrededor de los que le temen y los defiende? En otras palabras, en los momentos en que mas necesitamos su auxilio por las tragedias y sufrimientos que inesperadamente nos azotan, ¿Dónde esta Dios?
No es que dudemos de la soberanía de Dios, es que desde nuestra perspectiva humana las penas sufridas parecen mas obras de un demonio que de un Dios amante. Además, si todas las cosas estuvieran bajo su soberano control, ¿no seria propio esperar que al menos diera alguna protección especial a aquellos que nos llamamos sus hijos? Si es que se nos pide creer en la soberanía de Dios, convendría tener algunas respuestas a estas inquietudes.
EL INTENTO TEODICIO
Muchos, a través de las edades, han tratado de entender el problema del mal. ¿De donde viene lo malo?, ¿Podría venir de Dios?, ¿Será el diablo su autor?, ¿Por qué viene?, ¿porque tenemos que sufrir?, ¿Qué tiene que ver Dios con el mal?
No hay duda que la iglesia esta dividida en cuanto al tema. Algunos aseguran que el dolor y el sufrimiento proceden del maligno; otros afirman que proviene a causa del pecado, y todavía otros que opinan que es parte del plan de Dios. Comencemos el estudio repasando algunos de los argumentos de un famoso filósofo matemático Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716)
Reconociendo que Dios tiene que ser soberano –si es que es Dios—Leibniz trato de defender y justificar las acciones de Dios respecto al mal. Hizo una distinción entre tres tipos de maldad: Mal moral, mal físico y mal metafísico. Explicaba que el mal moral es el producto de seres humanos que deciden deliberadamente pecar contra las leyes de Dios. El mal físico es todo aquello amoral que sufrimos en el mundo; por ejemplo, las calamidades que ocurren en nuestro planeta tierra -- terremotos, huracanes, avalanchas, diluvios, epidemias, plagas, etc.
Leibniz explicaba el mal metafísico acudiendo a la finitud de todo lo creado. Argumentaba que lo finito lógicamente tiene que ser inferior a lo infinito. Por necesidad, entonces, al ser la creación finita, el mundo por fuerza tenía que ser imperfecto, compuesto de lo malo. Dios pudo haber hecho varios tipos de mundos, señalaba Leibniz, por ejemplo uno en el que no hubiera mal alguno. Tal mundo sin embargo, hubiera requerido de seres que no pecaran-para ello tendría que ser simples títeres. Al darle al hombre libre albedrío, Dios tuvo necesariamente que crear un mundo imperfecto, ya que tenia que permitir a lo finito expresarse como quisiera. Por tanto, Dios creo el mejor mundo posible, uno en el que podría existir el mal.
“Porque es Dios—razonaba Leibniz—y tiene la habilidad para ver todo desde la perspectiva de la eternidad, hizo a nuestro mundo lo mejor que pudo bajo aquellas circunstancias”
Esa conclusión, aunque parece erudita choca con lo que enseña la Biblia, porque niega la perfección de la creación. La Biblia nos dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran maneras(génesis 1:31)
El hombre y el universo fueron hechos perfectos, sin pecado y sin mancha. Es mas, el hombre fue creado a la misma imagen de Dios. No fue sino hasta el momento de la testación que el hombre cedió y escogió deliberadamente hacer el mal, ¡convirtiéndose en pecador!
Aunque discrepamos con Leibniz, dos de los términos que uso nos pueden ayudar para clasificar las áreas o aspectos del mal. El primero es el mal moral, que comprende las acciones pecaminosas y dañinas de nosotros los seres humanos. El segundo, es el mal físico, tratándose de la naturaleza (algo amoral) y lo que ella desata sobre la tierra—torbellinos, huracanes, terremotos, sequías, epidemias, etc. Escogeremos estos dos términos para hacer las mismas distinciones.
¿PORQUE SUFREN LOS JUSTOS?
Comencemos analizando al sufrido Job. El patriarca pierde repentinamente todo lo que tiene, y encima de eso, sufre una grave enfermedad que por poco lo consume. Tan terrible pena requiere una causa. Job, opinaríamos, tiene que haber hecho algo horrible para merecer tan increíble juicio. Ante tal conclusión, nos sorprende la observación del propio Dios que afirma que Job era Hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. ¿Como justificamos tal tragedia si es inocente?
Leyendo la historia con atención descubrimos que Job es la victima inocente de un encuentro entre Dios y Satanás. Es como si Dios descorriera la cortina y nos muestra la verdadera guerra espiritual que se libra en los cielos. Los protagonistas son El y sus buenos Ángeles. Los contrincantes son satanás y sus huestes malignas. Job—como a veces nosotros—es una simple victima de la guerra celestial, que ni tiene noción de lo que ocurre. El espectáculo nos obliga a preguntar ¿Cómo puede Dios ser justo y permitir tal cosa? Veamos.
Satanás se acerca al trono de Dios acusando a Job de servirle por interés—debido a todas las bendiciones que el da a los que le siguen. Y arguye que si Dios le quitara esas ricas bendiciones Job le daría la espalda, al punto de blasfemar su glorioso nombre. Alarmados vemos que Dios le da a satanás el permiso de hacer lo que quiera con el indefenso Job, con la sola limitación de no quitarle la vida al pobre hombre.
De inmediato satanás muestra su diabólico carácter. En un solo día desata sobre Job un desastre tras otro.
Primero los sabeos matan a todos los sirvientes de Job a filo de espada. Luego, con inclemente fuego misterioso acaba con todas sus riquezas, quemando a sus ovejas, ganado y camellos. Termina desplazando sobre los hijos de él un furioso torbellino sin que ninguno pudiera salvarse. La crueldad no tiene fin. Nótese como llega la información a Job. Los mensajeros, uno tras otro, le informan las noticias devastadoras al pobre hombre, tanto como para darle un infarto al corazón instantáneo.
Como siempre, sin embargo satanás sale perdiendo Dios esta tan confiado en Job que permite todo ese inmerecido dolor. Sabe que Job lo seguirá amando y confiando en El. En vez de blasfemar, de la boca del patriarca salen las dulce y ricas palabras:
“Desnudo Salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito (Job 1:21)
Satanás, sin embargo, no se das por vencido. Se le ocurre otra perversa idea-¡el hombre da todo por su salud!-. Con tal saña, peor que un monstruo, le pide permiso a Dios para quitarle la salud a Job. Lo enferma con lo que algunos médicos creen haber sido una combinación de lepra y elefantiasis. Así lo vemos lleno de ulceras, rascándose con un tiesto, buscando alivio en un nido de cenizas. Movidos por repugnancia ante tal sufrimiento, nos sorprende la respuesta de Job:
“¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” (Job 2:10)
Es lógico que exclamemos: ¿Cómo puede Dios permitir eso? ¿Cómo puede consentir el sufrimiento tan oprobioso de uno de sus fieles?. Es una escena dantesca. No queremos ver mas. Deseamos que se cierre la cortina de una vez por todas.
Alguien podría alegar:”pero el culpable no fue Dios, ¡fue satanás!”. Leamos con mucho cuidado lo que el Altísimo declara sobre el caso: “Y Jehová dijo a satanás: ¿no has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como el en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tu (el diablo) me incitaste (a mi) contra el para que (yo Dios) lo arruinara sin causa? (Job 2:3)
Si en algo nos ayuda el libro de Job es precisamente a ver que, por ser creador, Dios en su Soberanía puede permitir lo que crea mejor para cualquiera de sus hijos (véase Job 42:1-6) Es al estudiar el libro completo que nos percatamos que en Dios no hay acción perdida—todas las cosas ayudan a bien (romanos 8:28>)-, como declara Pablo. El sufrimiento de Job es útil para purificar su alma, para que conozca las imperfeccione s de su corazón, para profundizar su conocimiento acerca de Dios. Lo que en apariencia es malo, Dios lo torna en bien, mostrándonos el corazón y el carácter del bondadoso y amoroso Padre celestial. La escena final nos muestra a un Job doblemente bendecido. A la vez, Satanás termina derrotado por completo, con sus estrategias vencidas por la fidelidad y lealtad de un indefenso seguidor de Dios.
Ante los actos misteriosos del creador ¿que somos nosotros para cuestionar sus acciones? Este es el gran argumento de Pablo ante los romanos:
“Quien eres tu para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formo, porque me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? (romanos 9:20-21)
Y hablando de Pablo, recordemos lo que este gran y fiel apóstol sufrió por su fidelidad a Dios. Dijo:
“He recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como naufrago en alta mar; en caminos muchas veces;, en peligros de ríos, peligro de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y desnudez” (2º corintios 11:24-27)
Nada en ese dolor se debe a algún pecado personal, al contrario, es debido a su amor por Jesucristo.
Vayamos a los evangelios. Vemos allí a otro hombre. El es puro, santo, Hijo de Dios. Aunque no tiene mancha, nótese como lo describe el evangelista del antiguo testamento, Isaías:
“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, Experimentado en quebranto; y como que escondimos de EL el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos. Ciertamente llevo El nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores, y nosotros lo tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre El, y por su llaga, fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se aparto por su camino; mas Jehová cargo en El, el pecado de todos nosotros. Angustiado El, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.”• (Isaías 53:3-7)
¿Habrá existido persona en toda la historia más inmerecedora de tanto sufrimiento? San Pablo da la siguiente explicación del padecimiento de Jesucristo;
“porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (hebreos 2:9-10)
Si Job no pecó cuando fue obligado a sufrir tan terriblemente; si a Pablo, el santo apóstol, Dios lo sometió a una vida dolorosa; si el ,propio Jesús, el hombre sin pecado, tuvo tanta aflicción, ¿Quiénes somos nosotros para pensar que a un hijo de Dios no le es justo sufrir en este mundo? Pero me adelanto. Esperemos el momento adecuado para llegar a conclusiones. Hay otro tema que debemos tratar primero.
¿PORQUE PROSPERAN LOS MALOS?
Parece que quienes mas gozan, los que mas disfrutan de la vida, los que mas avanzan y prosperan son la gente mas pecadora. De eso precisamente se quejaba el salmista:
“¿Hasta cuando los impíos, hasta cuando, Oh Jehová, se gozaran los impíos? ¿Hasta cuando pronunciaran, hablaran cosas duras, y se vanagloriaran todos los que hacen iniquidad? A tu pueblo, oh Jehová quebrantan, y a tu heredad afligen. A la viuda y al extranjero matan, y a los huérfanos quitan la vida. Y dijeron: no vera Jehová, ni entenderá el Dios de Jacob” (salmo 94:1-7)
Obvio es el éxito de los degenerados del mundo, observemos la historia de Genghis Khan, Napoleón, Mussolini, Hitler, Stalin y si quiere, incluya a Fidel Castro. Todos fueron culpables de innumerables, horrorosas e inhumanas atrocidades. Sin embargo, por años disfrutaron del poder, riquezas, honor y gloria. Cierto es que desde Al Capone al presente, la prensa ha contado la vida de personas que han sido homicidas, adúlteros, ladrones, violadores, violentos, crueles y abusadores. Han vivido como reyes, sin sufrir aparentemente castigo por sus delitos. ¿Cómo se explica eso si, como comúnmente se piensa, el castigo de Dios cae sobre los que pecan? ¿Dónde ha estado la justicia divina en estos casos?
No hay porque preocuparse. Pablo indica:
“Los pecados de algunos hombres son ya evidentes, yendo delante de ellos al juicio; mas a otros, sus pecados le siguen” (1º Timoteo 5:24, Biblia de las Américas).
Dios, no obstante, es paciente. En ocasiones castiga a los malvados al instante (como en el caso del diluvio, o de Sodoma y Gomorra, o de Ananías y Safira). Otras veces espera hasta después de la muerte, para hacerlo en el terrible juicio final, en aquel día cuando “pedirán a los montes y peñas; caed sobre nosotros y escóndenos del rostro de aquel que esta sentado sobre el trono, y de la ira del cordero (Apocalipsis 6:16).
De lo siguiente no hay duda; el castigo de todo pecador es cierto y seguro, ¡sea ahora o después! Si la señal de que uno obra mal, fuese un castigo inmediato, todos estaríamos en ataúdes y dos metros bajo la tierra. La furia de la ira de Dios nos habría consumido. Ningún hombre es inocente de pecado. Solo porque Dios es paciente y misericordioso es que cualquiera disfruta larga vida.
Por tanto, es irrazonable concluir que las causas del dolor que alguien sufre se debe a algún pecado, sea oculto o manifiesto. En esta vida no se sufre necesariamente las consecuencias de los pecados. En la mayoría de los casos el castigo espera hasta el gran juicio final.
Dios, por su propia condición, determinara lo que desea hacer con el mundo y con la humanidad que quebranta sus leyes, con esto concuerda toda la escritura: “para que se sepa desde el nacimiento del sol, hasta donde se pone, que no hay mas que yo; yo Jehová, y ninguno mas que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto” (Isaías 45: 6 y 7).
Leemos también “¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho? (Amos 3:6)
Además se nos dice:”Porque he aquí, el que forma los montes y crea el viento, y anuncia al hombre sus pensamientos; el que hace de las tinieblas mañana, y pasa sobre las alturas de la tierra; Jehová Dios de los ejércitos es su nombre(Amos 4:13)
Y añade: Buscad al que hace las Pléyades y el Orión, y vuelve las tinieblas en mañana, y hace oscurecer el día como de noche; el que llama las aguas del mar y las derrama sobre la faz de la tierra; Jehová es su nombre. (Amos 5:8)
Y concluye otro profeta: He aquí que yo hice al herrero que sopla las ascuas en el fuego, y que saca la herramienta para su obra; y yo he creado al destruidor para destruir (Isaías 54:16)
¿PORQUE VIENEN LOS PROBLEMAS Y EL DOLOR?
La Biblia nos da varias respuestas importantes. Por ejemplo, vivimos en un mundo maldecido y pecaminoso. Esta verdad se plasma en génesis capitulo tres:
“Y al hombre dijo: por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol que te mande diciendo: no comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (V: 17)
Abominable, terrible, odioso, terriblemente ofensivo es el pecado a los santos ojos de Dios. Precisamente, es a cuenta del pecado que este mundo es maldito por Dios-¡Y no por el diablo! Satanás, más bien fue coparticipe con el hombre en la horrible ofensa cometida contra Dios. Es por lo terrible4 que es el pecado que algo indescriptiblemente malo tiene que haberle afectado al mundo ese día en que Dios lo maldijo De un planeta hermoso y bueno se convirtió en este globo imprevisible, a veces furioso y maligno.
San Pablo afirma que, a causa del pecado, esta tierra -hecha para nuestra habitación- fue esclavizada, y desde el día de su maldición añora esa futura liberación cuando Cristo regrese. El apóstol señala: La creación misma será liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar as la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Nos explica que ahora, toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto (romanos 8:21-22)
Estos terribles terremotos, esos devastadores huracanes, esos torbellinos, maremotos, inundaciones, sequías, plagas, epidemias son lo que Pablo llama dolores de parto. La naturaleza fue creada hermosa, perfecta y sin defectos. Así se observa en los primeros dos capítulos de génesis. Pero ahora a cuenta del terrible y ofensivo pecado del hombre, por el mismo creador ha sido convertida en enemiga del hombre. En verdad, ¡cuan terrible es el pecado ante los ojos de Dios!
Por otra parte tenemos que reconocer que la tierra sufre convulsiones terribles a consecuencia de la ofensiva maldad de sus habitantes. Los espinos y los cardos crecen para dificultar todo esfuerzo humano. Solo con el sudor de la frente se ha de ganar el pan diario. Es como si la naturaleza misma se quejara día y noche por el contacto con la impureza y la terrible maldad de los hombres. Es como si protestara al tener que abrir su boca para tragarse ese rió de sangre que fluye diariamente a causa de la violencia insensata de nosotros los hombres.(Génesis 4;11)
INTERVENCION DE UN DIOS MISERICORDIOSO
Dios interviene en varias formas interesantes. La bondad, la misericordia y la piedad del Señor en medio de la maldición terrenal son infinitas. No todo es dolor y agonía aquí en la tierra. Aun brotan las flores, sale el arco iris, hay puestas de sol y cantan las aves. Disfrutamos bellezas sin par. Todos estos favores inmerecidos se agrupan bajo lo que conocemos como “gracia común”, ya que benefician tanto a los hijos de Dios como a los impíos. El hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos. (Mateo 5:45) Nótese que es Dios quien controla el sol y la lluvia, no satanás.
Y es porque Dios es el que controla y trata con la maldición impuesta en génesis tres, que la vida es soportable. A pesar de toda la maldad de los hombres, el permite que nos lleguen esos días esplendorosos, esos triunfos y éxitos, esas satisfacciones y gozos de la vida, esas inmerecidas riquezas y reales bendiciones. Dios mismo explica su benevolencia cuando indica: Jehová el todopoderoso, es misericordioso y piadoso, tardo para la ira y grande en misericordia (Éxodo 34:6)
A pesar de su gran misericordia, la manera en que tú y yo nos comportamos tiene mucho que ver con la manera en que esa maldición de génesis nos afecta. Leemos en el libro de Deuteronomio esa importante sección donde Dios nombra las bendiciones y las maldiciones que vendrían sobre Israel a causa de la obediencia o desobediencia (Deuteronomio 28:1-14)
Pareciera que a nosotros también Dios nos trata en forma parecida. Al extendernos todas esas bendiciones, anula hasta cierto punto los efectos de la maldición pronunciada en génesis tres:
Conoce pues que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones. (Deuteronomio 28:15-68)
No olvidemos, sin embargo, que enseguida señala las severas maldiciones que caerán sobre los que le desobedecen. Da el pago en persona al que lo aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago (Deuteronomio 7:9-10) ¡Terrible advertencia¡
Nuestra esperanza, no obstante, es que sabemos que Dios es rico en misericordia. De esto canta el salmista:
El que habita al abrigo del Altísimo, morara bajo la sombra del omnipotente.
Diré yo a Jehová, esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré.
El te librara del lazo del cazador, de la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro;
Escudo y adarga es su verdad. No temerás al terror nocturno,
Ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad,
Ni mortandad que en medio del día destruya.
Caerán a tu lado mil, y diez mil a tu diestra; mas a ti no llegara.
Ciertamente con tus ojos miraras y veras la recompensa de los impíos.
Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación,
No te sobrevendrá mal, ni plaga tocara tu morada.
Pues a sus Ángeles mandara acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos.
En las manos te llevaran para que tu pie no tropiece en piedra.
Sobre el león y el áspid pisaras; hollaras al cachorro del león y al dragón.
Por cuanto en mi ha puesto su amor, yo también lo librare; le pondré en alto,
Por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocara, y yo le responderé;
Con él estaré yo en la angustia; lo librare y lo glorificare. (Salmo 91)
! Que amoroso es Dios ¡Reduce la maldición del génesis, aunque no quita por completo sus efectos. ¡Que justo y piadoso es¡ Controla lo que han de sufrir los justos, a la vez que castiga justamente a quienes lo desafían.
SUFRIMOS PORQUE VIVIMOS EN UN MUNDO MALDECIDO
Reconozcamos que, aun cuando seamos fieles, todos sufrimos en lo que podríamos llamar “la hermandad humana”, o “la familia humana”.
Tomemos al país de Colombia como ejemplo. Allí aunque muchos son muy fieles al Señor, todos sin excepción sufren el caos político ocasionado por los guerrilleros (ciertamente, una patente manifestación del pecado de los hombres). La guerra civil afecta la economía, el costo de la alimentación, el desempleo, el ánimo y la tensión de todos. Pertenecer a la familia colombiana es sufrir lo que aflige al país, no importa que uno sea fiel creyente o que sea uno de los mismos guerrilleros causantes del problema.
Ampliando ese mismo concepto, el mundo entero es afectado por el pecado general de los hombres-el odio, la infidelidad, los adulterios, las matanzas, los robos, las violaciones, la manera en que los ricos abusan de los pobres, la injusticia y la corrupción de los gobernantes, y todos los pecados grandes y chicos que todos cometemos. Como “familia humana” todos sufrimos de acuerdo con la manera en que Dios aplica su maldición al mundo de hoy.
Véanse las noticias. ! Cuanto se sufre en distintas partes del mundo por los abusos de hombres malvados que aquí y allá llevan terror, muerte, hambre y dolor! Véanse las enfermedades que padecemos, los colapsos financieros y políticos de una y otra nación. Obsérvense el desempleo, los desposeídos, los marginados. Todos sufrimos las consecuencias de la maldad y la perversidad que nos rodea.
Dios, por boca de Amos, señala como aplica sus juicios y con cual razón:
Os hice estar a diente limpio en todas vuestras ciudades, y hubo falta de pan en todos vuestros pueblos; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová. También os detuve la lluvia por tres meses antes de la siega; he hice llover sobre una ciudad y sobre otra no hice llover; sobre una parte llovió, y la parte sobre la que no llovió, se seco. Y venían dos o tres ciudades a una ciudad para beber agua, y no se saciaban; con todo, no os volvisteis a mí, dice Jehová. Os herí con viento solano y con oruga; la langosta devoro vuestros muchos huertos y vuestras viñas, vuestros higuerales y vuestros olivares; pero nunca os volvisteis a mí, dice Jehová. Envíe contra vosotros mortandad tal como en Egipto; mate a espada a vuestros jóvenes, con cautiverio de vuestros caballos, he hice subir el hedor de vuestros campamentos hasta vuestras narices; mas no os volvisteis a mi, dice Jehová. Os trastorne como cuando Dios trastorno a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis como tizón escapado del fuego; más no os volvisteis a mi, dice Jehová. Por tanto de esta manera te haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel.
(Amos 4:6-12)
La maldición de Dios a consecuencia de nuestros pecados no esta desechada. A no ser por su misericordia, por su piedad, paciencia y amor, a no ser por su intervención, este seria un planeta insoportable.
Es así que no hay modo de evitar el dolor común que todos, como habitantes de la tierra, sufrimos. En nuestra calidad de ciudadanos del mundo estamos igualmente expuestos a todo o que ocurre: fuegos, incendios, terremotos, contaminación, corrupción, violencias, accidentes, enfermedades, epidemias, guerras, bombas, robos tiroteos, secuestros, violaciones, sida, sin contar con el abuso de las drogas y la pornografía.
Como ciudadanos de esta tierra, todos somos victimas potenciales. Cuando viene un huracán los cristianos sufren y mueren igual que los ateos. Cuando un terremoto sacude al planeta, igual se entierran a creyentes e incrédulos. En el dolor, todos somos hermanos, no importa la fe que profesemos. Eso es el efecto de vivir en este mundo maldito por Dios a consecuencia de la pecaminosidad de los hombres y la acumulación del producto del pecado a través de las edades.
Por cierto, disfrutamos también de cosas buenas, como por ejemplo, los descubrimientos y adelantos tecnológicos; electricidad, autos, medicinas, aviones, radio, televisión, computadoras, Internet, junto con cierta medida de prosperidad. Pero nadie escapa al dolor. Todos sufrimos accidentes, enfermedades, perdida de empleo, muerte de seres queridos, a pesar de lo bueno que sean nuestros hospitales, médicos y medicinas.
SUFRIMOS PORQUE SOMOS PARTE DEL MISMO PROBLEMA
Cuando nos vemos en el espejo, tenemos que sonrojarnos y confesar que con nuestros pecados contribuimos a ese funesto legado. Unos mas, otros menos. Al fin de cuentas, merecemos el mundo, la maldad y los dolores que sembramos.
¿Cuándo nos llegan esas consecuencias? ¿Cómo vienen? Todo esta en manos de Dios. No aceptemos las probabilidades del sufrimiento, como hacen los fatalistas-que las cosas terribles van a suceder, queramos o no, cuando nos toque. Ellos creen que hay una fuerza desconocida que ciegamente, sin inteligencia, actúa causando lo que ocurre. Según la ley de las probabilidades, le tocara a uno y luego al otro, un robo, un acto violento, una violación o un accidente.
Rechazamos el concepto fatalista de esa ley universal de las causas necesarias. Hay una diferencia infinita entre una maquina y el hombre, entre las operaciones de de un sabio ser que maneja los acontecimientos de acuerdo con su eterna voluntad y las fuerzas de un poder impersonal, mecánico, fatalista. Dios esta en total control de los sucesos y de los hombres, por malvados que sean. El tiene un comprensivo, sabio e infinito plan que regula todo o que sucede. El mundo no esta fuera de su control.
Aun en este mundo inseguro y violento, sabemos que “Jehová guardara nuestra salida y nuestra entrada desde ahora y para siempre”(salmo 121:8). En medio de todo el dolor que se sufre, Dios esta velando para que no nos sobrevenga ninguna tentación que no sea humana. El es fiel para que no seamos tentados más de lo que podamos resistir. El es misericordioso para darnos juntamente con la tentación la salida, para que podamos soportarla (1º corintios 10:13)
Una vez que entendemos que el dolor es parte de la vida, buscamos un propósito en cada suceso y circunstancia. Aprendemos a decir con Pablo: Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el espíritu santo que nos fue dado (romanos 5:3-5) Vemos así que Dios usa aquello que llamamos malo para forjar nuestro carácter y formarnos a la imagen de Cristo.
Así como en la vida de José, Dios nos muestra una vez tras otra que para los que creen en El todas las cosas, (aun el dolor mas severo) ayudan a bien, a los que conforme a su propósito han sido llamados (romanos 8:28)
SUFRIMOS A CONSECUENCIA DE NUESTRAS PROPIAS LOCURAS
Hay una norma Bíblica que se denomina “la ley de la justa retribución. Esta tiene que ver con el texto de Gálatas 6.7: No os engañéis, Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
Quizás el que mejor lo ilustra es David cuando pecó con Betsabé. Él conocía la ley y los mandamientos. De estos dan a prueba los salmos que escribió. Sabía cuál era su responsabilidad como rey del pueblo. Pero cuando vio a aquella hermosa mujer, su mente y su voluntas dejaron de controlarlo. Más bien se dejo dominar por sus deseos carnales y por sus emociones. No le importó lo que Dios decía. Mucho menos le importaron las consecuencias. Quería a esa mujer más que cualquier otra cosa en el mundo. Le sucedió lo que santiago escribiría siglos mas tarde: Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido (1.14). Nótese que esta tentación no se le atribuye Santiago a Satán. No fue el diablo el que sedujo a David, fue su propio deseo carnal.
Hoy prevalece la idea de que si pecamos es porque el diablo nos sedujo. La biblia enseña con claridad que no necesitamos al maligno para ello; el pecado brota naturalmente de nuestros propios deseos (concupiscencia). La función del diablo es sencillamente <
Al entregarnos a nuestras concupiscencias, el efecto es que el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. Claro está, al pecar, lo que cosechamos es <
“Ahora pues, porque me has menospreciado y has tomado la mujer Urías el heteo para que sea tu mujer, jamás se apartará la espada de tu casa. Así ha dicho Jehová: He aquí yo levantaré contra ti el mal en tu propia casa. Ante tus propios ojos tomaré tus mujeres y las daré a tu prójimo, el cual se acostará con tus mujeres a la luz del sol. Ciertamente tú lo hiciste en secreto, pero yo haré esto ante Israel y en pleno día”.
(1 Samuel 12.10-12)
El mal y todo el dolor que sufrió David fue a consecuencia de su propio y necio pecado.
Otro ejemplo. El mal y dolor que sufrió Judas, al entregar a Jesús fue a consecuencia de su propia maldad:
“Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús. . . adquirió un campo con el pago de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por en medio, y todas sus entrañas se derramaron” (Hechos 1.16-18)
Cuando nos entregamos a la necedad que Dios condena, cuando nos dejamos guiar por nuestras concupiscencias, cuando damos rienda suelta a nuestros apetitos sensuales, la consecuente “muerte” de lo bueno en nosotros (ese mal y ese dolor) brota de nuestra propia acción:
“no os engañéis, Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segara” (gálatas 6:7)
SUFRIMOS PORQUE DIOS PRUEBA A SUS HIJOS
En la breve epístola que escribe Santiago leemos “Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba; porque cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman”
Al considerar el tema del mal, obligatoriamente tenemos que diferenciar entre el mal moral (el pecado)-que Dios nunca comete (santiago1:12)- y el mal aparente (prueba), que representa los actos disciplinarios de Dios (hebreos 12: 5 -8). Como veremos, estos llegan directamente de la mano de Dios, y son controlados por El. Su propósito es enseñarnos- aunque en algunos casos es castigarnos-pero en todo es para perfeccionarnos.
Un texto que claramente enseña esta verdad lo encontramos en Deuteronomio 8: 2-5:
“Acuérdate de todo el camino por donde te ha conducido Jehová tu Dios estos cuarenta años por el desierto, con el fin de afligirte y probarte, para saber lo que estaba en tu corazón, y si guardarías sus mandamientos, o no. El te afligió y te hizo sufrir hambre, pero te sustento con mana, comida que tu no conocidas, ni tus padres habían conocido jamás. Lo hizo para enseñarte que no solo de pan vivirá el hombre, sino que el hombre vivirá de toda palabra que sale de la boca de Jehová.
Tu vestido nunca se ha envejecido sobre ti, ni tu pie se te ha hinchado en estos cuarenta años. Reconoce pues en tu corazón, que como un hombre corrige a su hijo, así te corrige Jehová tu Dios”
Si acaso se alega que eso fue en los días del Antiguo Testamento y que Dios no causa aflicción en esta era Neotestamentaria, recordemos el severo pasaje de 1º Corintios5: 4-5: “En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal (pecador) sea entregado a Satanás para destrucción de la carne”. El propósito era que ese castigo severo resultara en su salvación.
La frase “con le fin de afligirte y probarte”, del texto de Deuteronomio, sigue resonando en nuestros oídos. ¿Cómo es posible que el Dios que nos ama sea el autor de la aflicción? ¿Con que fin aflige a su pueblo? ¿Para que los prueba? Dios quiere que su pueblo confíe en El, por lo tanto los pone en circunstancia en las que al parecer no hay salida, para que con todas sus fuerzas lo busquen.
¿No ha sido este el camino cruzado por todos los hijos de Dios? Fíjese en José: vendido por sus hermanos; probado por la esposa de Putifar; sufriendo inocentemente en una cárcel; olvidado por los siervos del rey. ¿No le oye decir: “Dios donde estas?, ¿Qué paso con esos lindos sueños y promesas que me hiciste? ¿Por qué sufro todo esto?.” El no se daba cuenta que Dios lo estaba preparando para un trono. Mas llego el día en que supo el porque, y pudo decirle a sus hermanos “vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios---y ahí pudiéramos parar, ya que El es el que ordena todo para cumplir sus grandes propósitos—lo torno en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente”
En Egipto Dios da pruebas de su poder con las temibles diez plagas. El resultado es que Faraón los deja salir. Gozosos van hasta llegar al Mar Muerto. Entonces se ven perseguidos por el ejército egipcio. Su confianza en Dios se desvanece por completo. Noten sus quejas:
“y dijeron a moisés, ¿no había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto? ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto” (éxodo 14:11-12)
Dios abre el mar para dejarles escapar, y como si no fuera suficiente, destruye el ejército enemigo en el proceso. Todos felices. Tres días mas tarde se encuentran el desierto sin agua potable; la que tienen es amarga. Tan sedientos están que para ellos Dios ya no existe:
“Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara. Entonces el pueblo murmuro contra Moisés, y dijo ¿Qué hemos de beber?” (Éxodo 15:23-24)
Dio hizo otro milagro y las aguas de volvieron dulces. Todo el mundo se alegro. ¡Que bueno es Dios! Pero, quince días mas tarde llegaron al desierto de Sin y se acordaron de las ricas panaderías de Egipto. Deseando comer pan se olvidaron de Dios:
“..Decían los hijos de Israel: ojala hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud” (éxodo 16:3)
¡Que pueblo más ingrato! Pero Dios en su gracia hizo llover mana del cielo. ¡Que gran fiesta!
Uno se pregunta: Pero ¿Cuándo van a empezar a confiar en Dios? ¿Qué otra cosa tiene que hacer Dios para que confíen en El? Conocemos la historia. ¡Por cuarenta años Dios los probo en el desierto! Y fallaron cada prueba. No fue sino hasta que murieron en el desierto todos los que salieron de Egipto, ni hasta que se levanto una nueva generación que el pueblo por fin comenzó a confiar.
Es muy fácil criticar aquella generación por su falta de fe. La pregunta que mas nos debe alarmar es: ¿Por cuantas pruebas me tiene que hacer pasar Dios para que aprenda que el es total y absolutamente confiable? El problema no es solo el de los Israelitas, tristemente también es nuestro. ¡Por eso Dios manda sus pruebas! No hay mejor camino a la fe que sufrir las pruebas de Dios. Los mas fascinantes ejemplos de gente probada nos los ofrecen los lideres que el escogió para dirigir a su pueblo. Abraham, cuando Dios le pidió que sacrificara a su propio hijo. Josue, enviado como espía para ver la tierra prometida. Sansón, cuando peco por Dalila, le cortaron su pelo, le sacaron sus ojos: Todo ello como preparación para su triunfo final. Saúl, cuando fallo en el punto de la obediencia. No quiso matar al rey de loas amalecitas. El mismo David huyendo de Saúl, escondiéndose como un perro en las cuevas, aprendiendo con esas pruebas divinas a ser un rey justo, misericordioso y piadoso. Daniel en el foso de los leones por ser fiel a Dios. Jonás, tragado por el pez que Dios preparo con el fin de hacerlo obediente. Los discípulos ante el demonio que no pueden echar. Pedro y Juan ante la amenaza de los líderes judíos. Pablo y su espinita.
Lutero ante la amenaza de la “Dieta de Worms”, y con el público alborotado gritando: “¡a la hoguera!” declaro con valentía: “Estoy ligado por mi conciencia a la palabra de Dios. A menos que se demuestren mis errores basándose en las Santas Escrituras y la razón, no puedo, ni quiero retractarme. ¡Qué Dios me ayude, amen!”
¿Son todas esas pruebas mandadas por satanás? ¿Qué errónea conclusión seria esa! Dios es el que con infinita sabiduría maneja todo lo que sucede para cumplir, con sus fines eternos, lo deseado para cada uno de los que caminan con El. “Yo soy quien forma la luz y crea las tinieblas, quien hace la paz y crea la adversidad. Yo, Jehová, soy el que hace todas estas cosas” (Isaías 45:7). Como dice el escritor a los hebreos:“Pero si estáis sin la disciplina (de Dios) de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos” (hebreos 12:8) ¿Qué mas necesitamos decir?
SUFRIMOS PORQUE SATANAS, COMO LEON RUGIENTE, BUSCA DESTRUIRNOS
En Isaías 14:12 leemos: “¡Como has caído del cielo, oh lucero, hijo de la mañana! Has sido derribado al suelo, tu que debilitabas a las naciones! En otras palabras,¡Satanás no es lo que fue en un tiempo! ¡Es un ser caído!
• Cayó de su puesto glorioso en el cielo.
• Perdió sus privilegios celestiales
• Fue derribado a los lugares de tinieblas.
El fue derribado al seol, a lo mas profundo de la fosa, afirma el profeta Isaías (124:16)
Desechemos, pues, esa antigua idea dualista de que dos poderes igualmente fuertes controlan el mundo. ¿Qué poder tiene satanás? No es ni todopoderoso, ni omnisciente, ni omnipresente.
¿SERA SATANAS EL “DIOS DE ESTE MUNDO?
La segunda epístola de corintios (4:4) nos dice que “el dios de este siglo, (de este mundo o de la edad presente) ha cegado el entendimiento de los incrédulos para que no les ilumine el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo”
Pareciera, a primera vista, que satanás es el rey de la tierra. Pero antes de llegar a esa conclusión, recordemos que la Biblia usa la palabra “mundo” en distintos sentidos (use una concordancia para comprobarlo). Comprendemos mejor el sentido de esta atribución si la combinamos con Juan 8:44
“Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis satisfacer los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se basaba en la verdad, porque no hay verdad en el”.
Satanás solo es el dios de aquellos que le siguen. Nosotros no le pertenecemos, no formamos parte de su mundo. Pertenecemos al reino de Jesucristo.
La idea de que satanás es “dios” de este mundo es negada por muchos textos de la Biblia (véanse romanos 13:1; Daniel 2:20-21; 4:34-35; Proverbios 21:1; Esdras 1:1; 6:22; Salmos 33:10-11; Isaías 43:13) Citemos dos de ellos:
“Oh Jehová, Dios de nuestros padres, ¿no eres tu Dios en los cielos, que gobiernas en todos los reinos de las naciones, y que tienes en tu mano fuerza y poder, de modo que nadie te pueda resistir? (2º crónicas 20:6)
El otro texto es el que celebra a Cristo:
“por lo cual también, Dios lo exalto hasta lo sumo y le otorgo el nombre que es sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla (aun la de satanás) de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”
(Filipenses 2:9-11)
Tras el poder limitado que Satanás tiene para actuar en esta tierra esta la mano omnipotente de Dios (Romanos 8:28) ¿Cómo es posible calificar a satanás cual “dios” cuando sabemos que el es el gran adversario del único y Todopoderoso Dios? No hay nada que le guste mas a este usurpador que se le llame deidad. Recordemos los días en que los guerrilleros de Sendero Luminoso, en Perú, se creían dueños y señores del país. Eran simples engañadores. Se atribuían derechos que le usurparon al gobierno legítimo del pueblo.
Así es Satanás. Sin duda es “rey” y “dios” de los impíos- de toda esa gente que se revela contra el Padre Celestial. Por supuesto, tiene sus seguidores y sus adoradores, pero de ninguna forma es el dueño legítimo de la tierra.
¿CÓMO ES EL DIABLO Y EN QUE MANERA SE COMPORTA?
Ya que algunos declaran que el que trae la maldición a esta tierra es Satanás junto con sus demonios –nunca Dios- será necesario analizar brevemente el carácter del diablo y sus seguidores. La Biblia nos enseña lo siguiente acerca de ese <
1. Satanás acusa a los hijos de Dios de infieles, hipócritas e insinceros ante Dios (Apocalipsis 12.10, Job 1.9-10; 2.4-5).
2. El adversario busca destruir definitivamente a los hijos de Dios( 1 Pedro 5.8; Juan 10.11) y ciega el entendimiento de los hombres (2 Corintios 4.4).
3. Satanás s caracterizado como mentiroso y padre de mentiras, a quien no de le puede creer (Juan 8.44).
4. El procura tentar y seducir a los cristianos por medio de malos deseos (Santiago 1.14; 4.1-2), ira (Efesios 4.27), concupiscencia ( 1 Corintios 7.5 ), e incluso conversaciones livianas ( 1 Corintios 10.10; 1 Timoteo 5.13-15 ).
5. Satanás procura impedir el avance del evangelio arrancando la palabra de Dios que es sembrada en el corazón de los hombres (Marcos 4.15), y hace todo lo posible por obstaculizarlo ( 1 Tesalonicenses 2.18). Ejemplo de ellos es el aguijón en la carne de Pablo (2 Corintios 12.7).
6. Satanás procura dañar a los creyentes inmaduros, envaneciéndolos. Por eso la Biblia nos da instrucciones para tratar con los nuevos creyentes, pues el diablo procura hacer caer a los neófitos ( 1 Timoteo 3: 6-7).
7. Satanás hostiga y castiga con crueldad a los que se apartan de la fe, por ejemplo, a los que caen en inmoralidad,(1 Corintios 5:5) y a los que enseñan el error ( 1 Timoteo 1: 20).
8. Satanás, cuando recibe permiso de Dios, puede emplear la naturaleza para crear desastres, matar gente y causar graves enfermedades,(Job 1 y 2: Juan 8: 44).
ASÍ SON LOS DEMONIOS
La Biblia también nos explica con bastante detalle el carácter y las actividades de los demonios. Ellos infligen enfermedad,(Mateo 9:33; 12: 22; Lucas 9: 37-42). *Causan desórdenes mentales,(Marcos 5: 4; Lucas 8: 35)
*Inducen a la impureza moral, (Mateo 10: 1; Marcos 5: 13; Deuteronomio 18: 9-14). *Propagan falsas doctrinas, (1 Reyes 22:21-23; 2 Tesalonicenses 2: 2:1 Timoteo 4: 1). *Se oponen a los hijos de Dios, (Efesios 6: 12),
*Poseen seres humanos, (Mateo 4:24; Marcos 5:8-14; Lucas 8: 2; Hechos 8: 7; 16: 16) *y emplean señales y prodigios engañosos para cumplir su obra,(Apocalipsis 16: 14; 2 Tesalonicenses 2: 9).
Nada de bueno o virtuoso hay ni en astas ni en sus demonios. Al contrario, viven en la obscuridad y hacen las obras de las tinieblas, (Efesios 6: 12; Colosenses 1: 13). La crueldad del diablo se refleja en individuos como Hitler, Stalin, Genghis Kan y todo hombre violento e inmisericorde que ha servido a los intereses diabólicos en la historia del mundo. Crueldad es su primer nombre, Destrucción es su apellido y su firma es Desolación.
Vimos, por ejemplo, como trató a Job – sin una iota de misericordia y piedad -, con un salvajismo increíble. Cosa que nos lleva a concluir que si Satanás tuviera el poder para crear desastres y maldiciones sobre esta tierra, jamás habría un día sin sol, ni la paz y tranquilidad, ni una sola alegría por disfrutar, ni una enfermedad no sufrida, ni una planta que creciera, ni una cosecha por segar, ni una flor que se abriera, ni un volcán inactivo, ni un solo momento sin espantosas tempestades en cada parte de nuestro planeta. Satanás es la personificación misma de todo lo inicuo, malo, corrupto, pernicioso, perverso, nocivo y odioso. Fíjese que, debido a la intervención de Dios, lo que comúnmente sufrimos no tiene todas esas despiadadas características satánicas.
EL DIABLO SIGUE SIENDO SIERVO DE DIOS
Recordemos que todos los ángeles son inferiores a Dios y que Satanás es un ángel. Dios todo lo conoce, Satanás solo conoce lo que le es revelado. Dios está en todas partes, Satanás solo puede en un lugar a la vez. Dios tiene todo el poder, Satanás solo tiene el que Dios le permite. Todos los ángeles, incluido Satanás, son inferiores a Dios. Y algo más, que posiblemente le sorprenda: El diablo sigue siendo siervo de Dios. En su libro, La serpiente del paraíso, el autor Erwin Lutzer dice:
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Es por eso que cuando comienzan a tentar, a obrar y a atormentar a los siervos de Jesucristo, estos siempre pueden vencerlo. Recordemos la ocasión cuando Jesús le dijo a Pedro:
“Simon, Simon, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu de no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22.31,32)
Satanás puede venir para zarandearnos, pero mucho más fuerte es el Señor Jesucristo. Este Intercede por nosotros, y esa oración es tan poderosa que no solo nos rescata de la garra del diablo, nos saca de tal forma que resultamos fortalecidos para servir de ayuda y ánimo al pueblo de Dios. No importan los límites a los que llegue Satanás, cuando se apresta a tentarnos y hacer caer, la promesa de Dios nos brinda seguridad:
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar
(1corintios 10.13)
¿SERA EL DIABLO CULPABLE DE TODO LO MALO EN EL MUNDO?
Debemos enfatizar que Dios, en su Palabra, jamás atribuye el mal físico a Satanás. Sin embargo, esa es la ‘teodicea’ de nuestros días. No queriendo culpar a Dios, culpamos a Satanás. Le atribuimos a él y a sus demonios todo lo malo en esta tierra. Al hacerlo, sin embargo, podemos: (1) Exaltar al demonio indebida y erróneamente, cediéndole poder sobre la naturaleza similar al de Dios. (2) Culparlo como responsable de los pecados que nosotros cometemos.
Se ha llegado a tal punto, que hoy se cree que el diablo es responsable de todo lo malo que ocurre en el mundo. Nos olvidamos de que dice el apóstol Santiago en su carta (1.14 y 15): Cada uno es tentado, cuando de sus propias concupiscencias es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz al pecado: y el pecado, siendo consumido, da a luz a la muerte. Algunos incluso creen que este sería un mundo hermoso y perfecto, a no ser por los terribles desastres que el diablo desata. El grito de guerra de ellos es: ¡Tenemos que librar al mundo de Satanás para que sea un lugar perfecto! Aun sin el diablo, el mundo sería un lugar lleno de maldad y perversidad, ya que igualmente estaría poblada por pecadores.
Dios rechaza toda argumentación. Él es el que está en el trono y nadie más. Él es quien determina todas las cosas. ¡Nadie más puede hacerlo! Ofendemos a Dios en gran manera cuando elevamos a Satanás a Su nivel, o cuando le atribuimos al demonio el poder para hace y controlar a todo lo que ocurre en el mundo. Dios no comparte su gloria ni su gobierno ni con hombres ni con diablos.
A DIOS
En la voz de los raudos huracanes,
En el plácido arroyo, en el torrente,
En el fuego, en la llama, en los volcanes:
Allí, gran Dios, mi corazón te siente.
En los vergeles del florido mayo,
En los dulces acordes de la lira,
En la lluvia, en el trueno y en el rayo:
Allí, gran Dios, Mi corazón te admira.
En el aroma que a los cielos sube,
En el árbol que erguido se levanta,
En la sombra, en el astro y en la nube:
Allí, gran Dios, Mi corazón te canta.
En los trémulos rayos de la lumbre,
En el ósculo suave de la aurora,
En la hondura, en el llano y en la cumbre:
Allí, gran Dios, mi corazón te adora.
Faustino Martínez
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