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jueves, 16 de diciembre de 2010

Navidad, ¿historia o leyenda?

EL BÉLEN O EL «PESEBRE»
Segunda parte


El origen del Belén (otros lo llaman «el pesebre») se le atribuye a Francisco de Asís. Cuentan que celebró en un establo del bosque de Graccio, Italia, un culto de Navidad. Sirviéndose de un pesebre, Francisco improvisó un altar, mientras hombres y mujeres hacían el papel de José, María y los magos en presencia de animales. Esta representación fue luego a las iglesias y finalmente a los hogares. Su apelativo fue que este drama salía directamente de la Biblia y no de los mitos paganos.

En el siglo IV, empezaron a representarse plásticamente personajes bíblicos, con la inseparable imagen del buey, la vaca y el asno. Interesantemente, el simbolismo no terminó con representaciones reales o imaginarias del pesebre. Gradualmente se añadieron nuevas costumbres que no tenían nada que ver con la historia bíblica.

PAVOS Y GALLOS
Antes del descubrimiento de América, las celebraciones religiosas, se hacían con la inmolación de gallos y gallinas. (En el Japón, hace siglos, el gallo era adorado, y los chinos lo situaron en el décimo lugar de los signos del zodiaco, dándole el nombre de «Ki», que significa «buen augurio».) En el siglo VIII, se creía que el gallo era portador de presagios y la gallina propiciadora de abundancia. Por eso estos animales fueron los preferidos de Navidad y Año Nuevo.

Los conquistadores se llevaron esta creencia al Nuevo Mundo, pero allí hallaron un animal plumífero de mayor tamaño, y lo consideraron inmediatamente. El pavo, no obstante, no fue plato navideño hasta mucho después que Hernán Cortés lo trajera de América; el pavo pasó rápidamente a ser al plato fuerte de las celebraciones religiosas: el Día de Acción de Gracias en EE.UU., y la Navidad europea.

EL ÁRBOL DE NAVIDAD
El abeto —árbol de hoja perenne— con ramas cubiertas de hojas alternas, todas semejantes, apalancas y mucho más cortas que los pinos, es el árbol de Navidad. Los nórdicos de antaño acostumbraban a sembrar tal árbol frente a sus casas, lo que constituía un símbolo de la inmortalidad.

Se cree que la costumbre de colocar el árbol en Navidad nació en Alemania en el siglo VIII. De su origen, se cuenta que fue San Bonifacio, un misionero británico nacido en 680, quien lo consagró como símbolo de estas fiestas. Bonifacio (llamado «apóstol de Alemania») en un sermón de Navidad, estaba empeñado en convertir a unos druidas1 que idolatraban a los robles. Para obtener el necesario golpe de efecto, derribó uno de esos árboles ante los asombrados ojos de ellos con tan buena fortuna que la caída del roble aplastó todo vegetal que se encontró a su paso, menos un pequeño abeto, al que San Bartolomé llamó desde entonces «árbol del Niño Jesús», con lo que la tradición estaba servida.

La costumbre fue colgar dulces en sus ramas para los niños.

En el siglo XVI, se cuenta que Martín Lutero, regresando a su casa una Noche Buena, vio las hojas de un abeto maravillosamente reflejar las estrellas. Fue tan impresionado que lo cortó, y lo llevó a su casa. Lo iluminó con velas, para que sus hijos pudieran apreciar el espectáculo. Así comenzó la práctica de iluminar los arbolitos en la época de Navidad.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Navidad, ¿historia o leyenda?

Por Rubén Gil

PRIMERA PARTE
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo
fuese empadronado. Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria.
E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. Y José subió de Galilea,
de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén,
por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronado con María su mujer,
desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí,
su cumplieron los días de su alumbramiento. Dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales,
y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.

Perfecta la síntesis de Lucas al describir el nacimiento de Jesucristo. Su relato es, ante todo, concreto y preciso. Es rigurosamente histórico. Nos ofrece nombres, cargos de los gobernantes, de su tiempo y lugares.

Lo que ya no es tan cierto es toda la leyenda que se ha tejido alrededor de aquel hecho histórico que conocemos con el nombre de Navidad.

Hace varios años el propio Juan Pablo II reconoció que la fecha del 25 de diciembre era convencional, que se eligió para sustituir la fiesta pagana del «Natalis Solis Invicti».

Entre las prohibiciones que practicaban los cristianos primitivos estaba la de no celebrar los cumpleaños, pues, por ser salvos, eran eternos. Consideraban paganos por lo tanto, celebrar lo natividad de Jesucristo; aparte de que «desconocían» el día de su cumpleaños.

EL AÑO DEL NACIMIENTO
Se da por sentado que Jesús nació el año cero de la Era Cristiana, o sea, en el año 753 desde la fundación de Roma, pero no es posible que sea así. Roma databa todos los eventos a partir de su fundación (fundada según la tradición por Rómulo y Remo el 21 de abril de 753 a.C.)

Según Mateo 2:1-8, Jesús nació durante el reinado del rey Herodes el Grande. El problema es que Herodes murió en el año 4 a.C., según el calendario romano. Jesús nació probablemente en el año 749 a 750 de ese mismo calendario romano, que varía cuatro o cinco años de la fecha dada en nuestro calendario moderno comúnmente aceptado.

El padre del error cronológico fue Dionisio, un monje apodado «el exiguo», al que el Papa Juan I le encargó (en el año 526) que fijara la fecha del nacimiento de Jesús. Según los eruditos, Dionisio cometió algunos errores. Pero, cuando se descubrió el error, era tarde para rectificar. En el año 644 la iglesia de Inglaterra aceptó la fecha y más tarde toda la cristiandad. Por lo que, siendo rigurosamente históricos, ¡Jesús nació el año seis antes de Cristo!

EL CUMPLEAÑOS DE JESÚS
La Navidad dio pie a los cristianos de Occidente para establecer una fecha para celebrar el nacimiento de Jesús. Hay que entender los factores que los llevaron a escoger el 25 de diciembre.

Para los antiguos germanos y los romanos el 25 de diciembre era el «cumpleaños» del Dios Sol, el más importante de los dioses paganos. Ese era el día más celebrado y más festivo del año. Por siglos se había celebrado, prestándose a toda clase de exceso.

Pero para el tercer siglo, los cristianos numeraban más que los paganos. Además, apareció en escena el victorioso general Constantino (274-337) que conquistó a Roma. La historia nos cuenta de su conversión, ocurrida en las afueras de Roma en 312, cuando tuvo la visión de una cruz sobrepuesta al sol, y oyó la voz que le dijo: «Con esta signo venceréis». Se convirtió así en el campeón del cristianismo. En el año 313, con el edicto de Milán, declaró el cristianismo religión oficial del imperio.

No es de extrañarse, pues, que al cristianizarse el mundo, ellos procuraran cambiarle el énfasis a la ofensiva fiesta del Dios Sol. Querían celebrar el cumpleaños de Jesús. No fue que adoptaron como suya la fiesta pagana; lo que hicieron, más bien, fue quitársela a los paganos para convertirla en el día para celebrar el nacimiento de Jesús, que en verdad merecía toda gloria y honor. Hasta había, por cierto, algo de precedente bíblico para hacerlo, pues Malaquías había profetizado: «Más a vosotros que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación». (4:2) Nótese el Salmo 84:11: «Porque sol y escudo es Jehová Dios».

Se parecen a los cristianos que más tarde tomarían canciones seculares y las cristianizarían con letra y doctrina bíblica. Lo impresionante es cuán exitosos fueron. ¿Quién hoy día piensa en el 25 de diciembre como el cumpleaños del Dios Sol?