SEGUNDA PARTE
¿Podemos comunicarnos con los muertos?
¿Los espíritus de los muertos pueden comunicarse con los vivos? Uno de los programas más populares de la televisión moderna es "Crossing Over" [Cruzando del otro lado], conducido por el vidente John Edward. Al igual que otros videntes, Edward asegura poder comunicarse con los espíritus de los muertos. Deja boquiabiertos a los espectadores al revelarles detalles que sólo el ser amado fallecido podría saber. A partir de esta comunicación, las personas buscan consuelo, consejos y aliento. La Biblia enseña que la comunicación con los muertos no es posible. Una y otra vez en la Biblia, Dios ordena a su pueblo desistir de la práctica de la necromancia, el arte de comunicarse con los muertos. Deuteronomio 18:10, 11 dice:
Nadie entre los tuyos deberá sacrificar a su hijo o hija en el fuego; ni practicar adivinación, brujería o hechicería; ni hacer conjuros, servir de médium espiritista o consultar a los muertos . . .
Los cananeos consultaban a los espíritus y a los muertos con la esperanza de obtener poder y de predecir los eventos futuros. Esta práctica es una abominación ante Dios y es la razón por la que los cananeos fueron expulsados de esa tierra. Israel recibió la advertencia de no imitar a los cananeos, pues de lo contrario ellos sufrirían una pena similar.
El contacto con los muertos está prohibido porque los espíritus de los muertos no pueden comunicarse con los vivos. En Lucas 16, el hombre rico que sufría en el infierno buscaba una manera de comunicarse con su familia que estaba viva para advertirles del destino que les esperaba. Sin embargo, no hubo manera de que se comunicara con ellos, y los vivos tampoco podían comunicarse con él.
¿Con quiénes se están comunicando, entonces, los médium y espiritistas? Si efectivamente están comunicándose con un ser espiritual, lo más probable es que sea un impostor demoníaco. Y si bien el espíritu demoníaco puede comunicar algunas cosas ciertas, la verdadera intención del espíritu es engañar a los familiares y alejarlos del Señor. Esta práctica a la larga puede llevar a la posesión demoníaca y a que la persona quede muy lastimada.
En Hechos 16:16 Pablo se encontró con una joven que podía predecir el futuro porque estaba poseída por un espíritu. Sabiendo esto, Pablo finalmente expulsó al espíritu. La Biblia siempre prohíbe la práctica de la necromancia.
Algunos seguramente intentarán defender la necromancia señalando el pasaje de 1 Samuel 28. Aquí Saúl pide a la adivina de Endor que llame a Samuel de la tumba. El espíritu de Samuel se levanta y anuncia un mensaje profético a Saúl. Las opiniones de los estudiosos bíblicos están divididas con respecto a este relato. Algunos creen que fue un impostor demoníaco haciéndose pasar por Samuel. Yo creo que, ya que se cumplió esta profecía, éste realmente era el profeta Samuel. A pesar de la desobediencia de Saúl, Dios hizo una excepción en este caso.
Cualquiera sea el punto de vista que uno defienda, es claro que este versículo no nos alienta a consultar con los médium. Saúl en este momento de su vida estaba fuera de la voluntad de Dios y debido a que el Espíritu de Dios le había abandonado, no podía recibir palabra de Dios. Desesperado, y siguiendo una constante en su vida, desobedeció a Dios, y sufrió las consecuencias. Este relato de Saúl nos enseña una lección y no es un ejemplo que debamos seguir.
Un minuto después de la muerte
¿Qué sucede con nuestro último aliento? La Biblia nos enseña lo que habrá de ocurrir. En primer lugar, nuestra alma y espíritu inmaterial se separan de nuestro cuerpo físico. Luego, recibiremos de inmediato la sentencia en el juicio que determinará nuestro destino eterno. Aquellos que hayan confiado en el pago de Cristo en la cruz por nuestros pecados entrarán a la vida eterna en la presencia de Dios. 2 Corintios 5:8 dice: "Así que nos mantenemos confiados y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor". No habrá demora en un estado de inconsciencia al que muchos denominan "sueño del alma-2. Estaremos de inmediato ante la presencia de Dios. En segundo lugar, el alma en el cielo se perfecciona en santidad, y desaparece por completo nuestra antigua naturaleza pecaminosa. Hebreos 12:23 menciona "los espíritus de los justos que han llegado a la perfección". Los espíritus de los santos están en el reino de los cielos y han llegado a la perfección. La lucha contra el pecado que describió Pablo y en la cual participan todos los cristianos finaliza para siempre cuando, después de la muerte, entramos en nuestra condición glorificada.
Aquellos que rechazan este don recibirán lo que han elegido, la eternidad separados de Dios en el infierno. Hebreos 9:27 dice: "Así como está establecido que los seres humanos mueran una vez, y después venga el juicio..." No hay segunda oportunidad, y no hay ciclo de reencarnación. Nuestro destino eterno está determinado por la decisión que tomamos con respecto a Cristo aquí en la tierra. Muchos asumen que después de recibir a Cristo todo lo que queda es una entrada gozosa al paraíso. Las Escrituras nos enseñan que Jesús nos recompensará según la manera en que hayamos vivido en la tierra. Enseñó este principio con la parábola de los talentos en Lucas 19. A cada siervo se le encomendó que administrara los talentos que su señor le entregaba. Al retorno del señor, cada siervo debía rendir cuentas sobre la forma en que había administrado los talentos encomendados. Los siervos juiciosos recibieron una recompensa mientras que el siervo malvado fue expulsado.
La lección para el cristiano es que cada uno de nosotros deberá rendir cuentas por el tiempo que hemos pasado aquí en la tierra. Esto no es lo mismo que el juicio que evaluará nuestra condición con respecto a la salvación. La muerte de Cristo en la cruz permite que todos los que crean entren al reino de Dios. Seremos juzgados por nuestras obras hechas a partir del momento de nuestra salvación. Este juicio a los creyentes se denomina el Tribunal de Cristo, acontecimiento que se describe en 1 Corintios 3:11-15:
Porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego.
Pablo declara que Cristo es nuestro fundamento. Nuestras obras son la edificación sobre este fundamento. Los materiales de oro, plata y piedras preciosas se refieren a obras realizadas con motivos puros para la gloria de Dios. Las obras de madera, heno y paja son las que se hacen con motivos equivocados, sólo para gloriarse uno mismo.
En el Tribunal de Cristo nuestras obras serán probadas con fuego divino. Aquellas obras que se hicieron para la gloria de Dios resistirán las llamas y serán nuestra recompensa. Algunos verán con tristeza cómo las llamas consumen ante sus ojos todas las obras que realizaron en la tierra y entrarán al cielo con poca recompensa o ninguna.
Los no creyentes serán juzgados y sentenciados al infierno. Al final de los tiempos se enfrentarán al juicio ante el Gran Trono Blanco. Aquí serán juzgados todos los muertos no justos desde el comienzo de los tiempos conforme a su rechazo del Salvador. Luego serán echados al lago de fuego para toda la eternidad. Apocalipsis 20:11-15 dice:
Luego vi un gran trono blanco y a alguien que estaba sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo, sin dejar rastro alguno. Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según los que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros. El mar devolvió sus muertos; la muerte y el infierno devolvieron los suyos, y cada uno fue juzgado según lo que había hecho. La muerte y el infierno fueron arrojados al lago de fuego. Este lago de fuego es la muerte segunda. Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. Sabiendo que como cristianos algún día tendremos que rendir cuentas de nuestras vidas, deberíamos vivir como juiciosos mayordomos administrando lo que Dios nos dio. El saber el destino que le tocará a los que no son salvos debería llenarnos del coraje de compartir a Cristo sin vergüenza, con urgencia, a todos los que nos rodean. El saber lo que se encuentra más allá de la tumba debería motivarnos a vivir nuestra vida en la tierra con una misión.
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