Disciplínese en las pequeñas cosas
Es fácil caer en la trampa de los resultados rápidos cuando se enfoca atención en los resultados más que en el recorrido para alcanzarlos. La verdad es que la alegría está en el trayecto, en la disciplina diaria de crecer en los detalles de la mente, cuerpo, y espíritu.
¿Cómo encuentras entonces la satisfacción que has estado buscando? La clave es el equilibrio, la constancia, la perseverancia, los cuales provienen de una sola cosa: disciplina.
Aquí está nuestro dilema. Lo queremos todo, y lo queremos ahora, ya sea abundancia de posesiones o abundancia de simplicidad. Pero nada que valga la pena viene rápidamente, y nada que valga la pena viene sin disciplina. A lo largo de la vida, la disciplina funciona en cada dimensión de tu vida: financiera, física, mental, y espiritual. Si de alguna manera has tratado de obtener riqueza rápidamente, trataste de perder peso tomando una píldora, o de obtener conocimiento embutiéndotelo en el último minuto, o intentaste acercarte a Dios pidiéndole un milagro, tú ya sabes de lo que estamos hablando.
Es fácil caer en la trampa de los resultados rápidos cuando enfocas tu atención en los resultados más que en el recorrido para alcanzarlos. La verdad es que la alegría está en el trayecto, en la disciplina diaria de crecer en los detalles de tu mente, cuerpo, y espíritu. La única forma en que conseguirás abundancia en tu vida (del tipo que te dará alegría) es estableciendo disciplina en tu vida:
• La disciplina comienza con las pequeñas cosas hechas a diario.
• ¿El secreto detrás de todas las historias de logros y éxitos? La disciplina.
• Cada mañana tú escoges la actitud para enfrentar el día.
• El primer paso en la senda del compromiso es proponérselo en la mente.
• Tus planes pueden conducirte a un triunfo o a un fracaso. Tú eliges.
• La motivación se incrementa cuando asumimos grandes responsabilidades a un corto plazo.
• Fomenta una causa en tu vida. Y dedícate a ella diariamente.
• No te acostumbres a poner excusas.
• La disciplina es el corazón del discipulado.
• Antes de bucear dentro de algo, da un paso atrás y contempla la pintura en general.
• Adquiere buenos hábitos; y abandona los malos.
• Involúcrate hasta comprometerte.
• Usa tu tiempo libre productivamente. Tus sueños no se harán realidad si les permites languidecer.
• Tus sueños no se harán realidad si tú duermes.
• Si quieres alcanzar la excelencia, comienza con la disciplina. Las actividades que valen la pena pueden ser arduas a corto plazo, pero gratificantes a largo plazo.
• La gente estará más impresionada por lo que has logrado que por lo que estás por comenzar.
• La motivación puede extinguirse. Pero los hábitos prevalecen.
La obediencia a los padres
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Deberes de los hijos con los padres
Los hijos han de respetar y honrar a sus padres, darles alegrías, rezar por ellos y corresponder a los sacrificios que los padres han hecho y hacen por ellos. Recuerda el Catecismo: "El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en edad, en sabiduría y en gracia. «Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?» (Sir 7,27-28)" (Catecismo, 2215).
El respeto de los hijos a los padres lleva a la docilidad y la obediencia, como recordaba san Pablo:"Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, pues esto es agradable al Señor" (Colos 3,20).
Mientras los hijos dependen de los padres, deben obedecerles; y aunque esta obligación acaba cuando se emancipan -por ejemplo, para casarse, con la mayoría de edad, etc., lo que nunca debe acabar es el respeto que deben a sus padres (cfr. Catecismo, 2216-2217).
En la medida en que puedan los hijos deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento" (Catecismo, 2218).
Si unos padres le ordenaran a sus hijos que hicieran algo opuesto a la Ley de Dios, los hijos estarían obligados a anteponer la voluntad de Dios a los deseos de sus padres, porque, como enseña la Sagrada Escritura: "es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Act 5,29). Dios es más Padre que nuestros padres, porque de Él procede toda paternidad (Ef 3,15).
Conviene repasar y meditar sobre estos puntos del Catecismo:
2214 La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana (cf. Ef 3,14); es el fundamento del honor de los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre (cf Pr 1,8; Tb 4,3-4), se nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. Es exigido por el precepto divino (cf Ex 20,12).
2215 El respeto a los padres (piedad filial) está hecho de gratitud para quienes, mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. "Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho?" (Si 7,27-28).
2216 El respeto filial se revela en la docilidad y la obediencia verdaderas. "Guarda, hijo mío, el mandato de tu padre y no desprecies la lección de tu madre...en tus pasos ellos serán tu guía; cuando te acuestes, velarán por ti; conversarán contigo al despertar" (Pr 6,20-22). "El hijo sabio ama la instrucción, el arrogante no escucha la reprensión" (Pr 13,1).
2217 Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer a todo lo que estos dispongan para su bien o el de la familia. "Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor" (Col 3,20; cf Ef 6,1). Los hijos deben obedecer también las prescripciones razonables de sus educadores y de todos aquellos a quienes sus padres los han confiado. Pero si el hijo está persuadido en conciencia de que es moralmente malo obedecer esa orden, no debe seguirla.
Cuando sean mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prever sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo.
2218 El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En cuanto puedan deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante los tiempos de enfermedad, de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (cf Mc 7,10-12).
El Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre (Si 3,12-13.16).
Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, se indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor...Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre (Si 3,12.16).
2219 El respeto filial favorece la armonía de toda la vida familiar; atañe también a las relaciones entre hermanos y hermanas. El respeto a los padres irradia en todo el ambiente familiar. "Corona de los ancianos son los hijos de los hijos" (Pr 17,6). "Soportaos unos a otros en la caridad, en toda humildad, dulzura y paciencia" (Ef 4,2).
2220 Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de los padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, de los pastores, de los catequistas, de otros maestros o amigos. "Evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti" (2 Tm 1,5).
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